martes, 2 de septiembre de 2014

Sexo y religión como tabúes en la oralidad de los canarios (2ª parte)

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ORIGEN DE LAS "MALAS PALABRAS" O "PALABROTAS" CANARIAS

Entre el barroquismo andaluz, la sensitividad portuguesa y el picante afro-caribeño navega pues el barco de los tabúes en el español canario, enfrentándose históricamente a un mar de prohibiciones y a la calma chicha de la complicidad tolerante, todo ello sin solución de contigüidad. En su deriva ha terminado por trazar una red espesa de formas con significaciones establecidas y duraderas, si bien algunos perdiendo significado. Aunque, allá en el fondo, perduren como señalización de pertenencia cultural, tan sólo fuera por su efecto auditivo y emocional en el hablante. Piénsese, por ejemplo, en voces como tolete, caraja y puñeta, cuyo origen y significado ya casi nadie conoce. Pertrechados con estos someros antecedentes veamos la rica fenomenología de las palabras de la tribu, las 'palabrotas', las 'malas palabras', las 'palabras feas' con las que se designan las 'cosas feas', todo ello dicho con el lenguaje infantil con el que entraron en nuestra costumbre.

Novios de El Mojón (Teguise) Lanzarote,
por la artesana Dorotea Armas Curbelo (1889-1997).
Figurillas tradicionales relacionadas con la fecundidad

SOBRE EL ÓRGANO SEXUAL FEMENINO

Comenzamos la exposición de los tabúes sexuales con la serie designativa de los genitales de la mujer. Se acepta comúnmente que las designaciones de mayor frecuencia son conejo, coño y chocho, alguna de ella con arraigo de más de un milenio en la lengua castellana. Observando como aparecen ya desde los primeros términos el reino animal y el vegetal como alegorías, nos hacemos cabal idea de que no vamos a salir de los universales comparables con el resto de la Humanidad.

Funcionan con normalidad los diminutivos 'conejito' y 'conejillo'; el adjetivo 'conejuda' y el verbo 'conejar' (realizar el coito). También 'coneja' en la acepción de 'brecha, herida', que parece semantización de 'raja', 'hendidura', por su similaridad formal con la vulva. La forma 'coñete' es escasa y se detecta más bien como uso peninsular. El aumentativo 'coñazo' a perdido su función primaria de designar y se aplica más bien para designar a 'persona pesada e insistente' o 'asunto inconveniente o dificultoso', de donde se derivan 'ser un coñazo' o 'dar el coñazo'. 'Coñón' designando al 'guasón' viene de 'coña', 'broma', 'guasa'. El refuerzo intencional crea en territorio hablado canario las voces 'recoño', 'recoñito' e incluso el superlativo 'recoñísimo', como en el ejemplo: "!Váyase al recoñísimo de su puta madre¡". "Coñada" deriva de 'coña';'tomar a coña' o 'estar de coña', son otros usos habituales.

La voz 'chocho' designando 'vulva' o 'vagina' es netamente criolla y como todos sabemos designa al altramuz, un cereal que sirve de 'enyesque' o tapa. 'Chochito' y 'chochillo' son sus diminutivos, 'chochón' y 'chochote' sus aumentativos; 'chochín' y 'chochí' se escuchan cada vez más, aunque restringidos al ámbito doméstico o amistoso. De reciente creación en cierto argot criollo es la voz 'la chocha' equivalente a 'la mujer', 'la esposa', a medio camino entre los habituales 'la parienta', 'la costilla' y esa otra forma argótica que es 'la mora'.

En el capítulo de los eufemismos la riqueza y variedad de las opciones muestra la sacralidad del asunto en cuestión, lo que se hace teniendo en cuenta criterios morfológicos referidos al mundo vegetal o animal. Así es como aparecen 'el pájaro', 'el borrego', 'el higo' o 'el jiga', 'la breva' y 'la pipa'. Entre los mariscos vemos 'la almeja', 'la lapa', 'el bígaro', 'el biriguajo'. Otros eufemismos circulan en producción coloquial entre adultos y menores, indistintamente, combinando el pudor y la pedagogía. Es así como han surgido 'la rajita', 'la cosita', 'el pipí', 'el mimí', 'el tato', curiosa voz criolla esta última, procedente de la 'media lengua' de los niños y que a su vez produce diminutivos como 'el toti' o 'el totín'.

Otra vía resolutiva de expresión corre a cargo del mecanismo de disimulo, o camuflaje. En sociedad lo prohibido encuentra salidas mediante contrafacciones de la voz origen. Para el caso 'coño' produce con este mecanismo 'consio', 'contra' y 'concha', con sus derivados respectivos 'cóntrale' y 'cónchale', este último también usado en Venezuela como exclamación. Otro curioso atenuante es "antonio". "¡ Se dice antonio, niño!",o en "¡malcriado este niño, solo dice antonio!".

SOBRE EL ÓRGANO SEXUAL MASCULINO

Se comprenderá que, siendo varón el guardián de las palabras, sea en la denominación de los genitales masculinos donde la creatividad progresa tanto cuantitativamente como en la propia conservación del patrimonio léxico secreto. Aumentan también las posibilidades de la documentación de campo, no existiendo en nuestros informantes el menor reparo en la expresión de una intimidad que es secreto a voces. Las nominaciones de 'pene' que más se estilan en estas Islas proceden equitativamente de aquellas fuentes culturales que citamos: El barroquismo léxico andaluz, la sandunga cubana -no pocas veces con raíces africanas- y, desde luego, la creatividad varonil, casi siempre propensa a la exaltación fálica mediante las palabras. Podríamos establecer una tríada fálica que siga la diacronía de la edad del hablante, y es la siguiente: 'cuca' ,'polla' y 'pinga'.

La voz 'cuca' se mantiene en los límites de uso infantil. No es privativa de las Islas, sino que también se da en Centroamérica. Su campo semántico está invadido por la sinonimia con 'la cuca', que también designa en Canarias a la cucaracha. Acaso la idea de repulsión o evitación ("no tocar") extiende la semejanza de ambos objetos y facilita el doblete. Sus variaciones diminutivas admiten 'cuquita', 'cuquilla' e incluso 'cuquilina', acentuando otras la proximidad con el insecto: 'cucarachilla' y 'cucarachillo'. Otros diminutivos siguen la inanidad referencial que impone la pedagogía casera. Hemos oído en este aspecto las voces: 'la minina', 'la pilina', 'la pilila', 'la pitulina', 'la pitilina', 'la pichulina', 'la pitusita' y otras más restringidas a la improvisación creativa de cada ambiente familiar.

 La voz 'polla' es la más común en Canarias para designar el pene en la edad adulta. Término de los más tabuados en el castellano peninsular, consigue sin embargo vehicularse en sociedad mediante su derivado 'gilipolla' y "pollaboba". En las Islas da lugar a decenas de sustitutivos simbólicos especialmente interesantes, retratando a la perfección la inmadurez que significa el machismo irredento. Escasas posibilidades tiene su diminutivo 'pollita'; está en cambio servido con el aumentativo 'pollón'. El adjetivo 'polludo' es bastante habitual en el sentido de 'provisto de una gran polla'. Se escuchan designativos de la edad infantil que substituyen al término prohibido, como son p.e.: 'la paloma', 'la pirinola', 'la perinola', 'la cuncuna', 'el pitilín' o 'la pirula'.

Otro término señero en la oralidad isleña es la voz 'pinga', de uso exclusivamente adulto hasta hace bien poco. Voz panamericana y pancanaria, el Profesor Régulo ha hecho brillantemente la pesquisa de su origen africano, sobre todo en Mozambique y Angola, lo que parece indicar que sea antes un portuguesismo que un americanismo importado por los indianos, lo que queda como una posibilidad no excluyente. Su gran potencial expresivo ha tenido como resultado múltiples usos derivados, entre ellos el diminutivo 'pinguita', que figura en el dicho criollo "Todo el mundo quiere una pinguita nueva". La voz 'pingazo' vendría a ser 'golpe' o 'acometida sexual masculina', 'pingalisa' una
invectiva humillante, como lo es entre la juventud el término 'carapinga'. Otros derivados se producen en el terreno deportivo, queriendo enfatizar las acciones propiamente viriles. Es así como 'pingueario', 'pinguiar' significaría en el fútbol 'perder el tiempo ante la portería', 'lucirse en un juego excesivamente individualista', y 'pínguión' sea 'quien pinguea' o 'está siempre pinguiando'. Del deporte automovilista extraemos 'empingar', esto es 'ir a gran velocidad', 'ir o venir empingado', queriendo decir 'con mucha potencia'.

Muchas otras opciones habladas descriptivas del pene se cubren con el rico léxico tradicional. Entre ellas destacamos: 'la verija', 'la chorra' y 'la picha', con sus correspondientes diminutivos. Más interés tiene la extensa nómina de criollismos, entre los que destacamos 'la chola', 'la nona', 'la chiringa', 'la clica', 'él bicho', 'la pitusa', 'la pilila', 'la minina', 'la colita', 'la pajarilla' o 'el pajarito'. El 'supo' es un arabismo importado del Magreb , y 'la chibichanga' procede de Cuba. El apartado más curioso atiende a las metáforas y alegorías de pene que se corresponden con objetos de aspecto fálico, donde la nómina se hace interminable.

Demos algunos ejemplos: 'la macana', 'el garrote', 'la tranca', 'el badajo' ,'Ia batuta', 'el as de bastos', 'el bastón de mando', 'la mano de almirez', 'el lápiz' , 'el gajo' o 'el leño'. Otros términos usan su semejanza con objetos metálicos: 'el instrumento', 'el armamento', 'la herramienta', 'el trabuco', 'la escopeta', 'el mosquetón', 'la maquinaria', 'el resorte', 'el periscopio', 'la patacabra', 'el serrucho', 'el sable', 'el manubrio', 'el carburador', 'el aparato' y 'el pitorro'. 'La mangarria' y 'la manguera' serían otra serie por abrir. Hay voces que connotan porción, proporción o magnitud, tales 'el cacho', 'el trozo', 'un palmo'. guo, como son: 'el asunto', 'la cosa', 'el chisme'.

Una serie privativamente criolla se refiere al órgano masculino por su semejanza con tubérculos, frutos o repostería del país; hélas aquí: 'la batata', 'el ñame', 'el nabo', 'el pepino', 'el rábano', 'el plátano', 'el pirulín', 'la rapadura', 'el boniato' o 'el regalín'. No menos importantes son las voces referentes a insectos y reptiles: 'la bicha', 'el gusarapo', 'la lagartija', 'el bicho rabu(d)o'. También se define por aproximación formal con objetos familiares, como serían: 'el salchichón', 'el rabo', 'el puro', 'el vergajo', 'el pizarrín', 'el rebenque', 'la cachimba' o 'la porra'.

Existen, por último, formulaciones perifrásticas que formulan la genitalidad masculina como un conjunto común e indiferenciado. Obedecen tales términos a cierta filosofia criolla que se debate entre la pudibundez alusiva y la hipérbole referencial, lo que consigue -a la postre- diluir en la ambigüedad lo nombrado. He aquí algunas alusiones que eliden el objeto nombrado: 'la del guardia' (por 'la porra') y 'la del burro' (refiriéndose a los genitales de la bestia de carga). Designativos que tienen en cuenta la situación de los genitales son, por ejemplo, 'el colgajo' o 'los colgajos' y 'la entrepierna'.

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