A continuación, un pequeño cuento que escribí el 26 de julio de 2014. A pesar de su contenido infantil, mi intención es la de transmitir un mensaje a los adultos:
El niño jugaba tranquilamente cerca de la orilla, a la sombra de un gigantesco risco. Estaba muy entretenido, intentando una y otra vez mantener erguida la torre de su castillito de arena.
A varios metros de él estaba su madre, tumbada sobre una toalla, disfrutando de los rayos del sol. De vez en cuando ella se levantaba, se quitaba las oscuras gafas de la cara y alzaba la cabeza para asegurarse de que su hijo no anduviera lejos.
En una de estas veces, lo vio remojando sus pies, mirando al mar durante varios minutos. Ella se dirigió hacia él y le aconsejó que no se acercara mucho al agua, que siguiera jugando en la arena.
El niño, pensativo, le preguntó:
- Mamá ¿cómo se llaman las niñas que tienen cuerpo de persona y cola de pez?
- Sirenitas, hijo - le dijo sonriente -. Pero sólo aparecen en los cuentos. Las sirenas no existen - recalcó mientras se giraba de regreso a su baño de sol.
El niño siguió jugando en la arena, y cuando comprobó que su madre volvía a tumbarse, se acercó de nuevo a la orilla.
- ¿Lo ves? Ya te dije que los mayores no te creerían - le dijo la sirenita emergiendo del agua para luego volver a desaparecer.
El niño jugaba tranquilamente cerca de la orilla, a la sombra de un gigantesco risco. Estaba muy entretenido, intentando una y otra vez mantener erguida la torre de su castillito de arena.
A varios metros de él estaba su madre, tumbada sobre una toalla, disfrutando de los rayos del sol. De vez en cuando ella se levantaba, se quitaba las oscuras gafas de la cara y alzaba la cabeza para asegurarse de que su hijo no anduviera lejos.
En una de estas veces, lo vio remojando sus pies, mirando al mar durante varios minutos. Ella se dirigió hacia él y le aconsejó que no se acercara mucho al agua, que siguiera jugando en la arena.
El niño, pensativo, le preguntó:
- Mamá ¿cómo se llaman las niñas que tienen cuerpo de persona y cola de pez?
- Sirenitas, hijo - le dijo sonriente -. Pero sólo aparecen en los cuentos. Las sirenas no existen - recalcó mientras se giraba de regreso a su baño de sol.
El niño siguió jugando en la arena, y cuando comprobó que su madre volvía a tumbarse, se acercó de nuevo a la orilla.
- ¿Lo ves? Ya te dije que los mayores no te creerían - le dijo la sirenita emergiendo del agua para luego volver a desaparecer.
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