lunes, 7 de diciembre de 2015

La familia del infante don Luis de Borbón y Lugo-Viña y Molina

Es noticia la exposición inaugurada hace poco en el National Gallery de Londres, la mayor muestra de retratos pintados por Francisco de Goya jamás vista, con más de 60 de los 150 que realizó en sus 82 años de vida. Una de las obras presentadas es "La familia del infante don Luis de Borbón", un cuadro pintado en 1784, que se conserva en la Fundación Magnani - Rocca de Mamiano di Traversetolo, provincia de Parma (Italia).

El cuadro (un óleo sobre lienzo de 248 x 330 cm) recoge una escena familiar de don Luis, el tío del rey de España Carlos IV, en su destierro de Arenas de San Pedro al que se vio abocado por su renuncia a la carrera eclesiástica y su posterior matrimonio morganático con María Teresa de Vallabriga.

En el centro del cuadro aparece el infante don Luis jugando al solitario con cartas mientras peinan a su esposa. Tras él aparecen sus hijos Luis y María Teresa de Vallabriga..

La zona izquierda del cuadro está ocupada por el propio pintor inmortalizando la escena y por varias damas mientras que en la zona derecha aparecen varios caballeros y un ama de cría con María Luisa, la hija menor del infante, en brazos.

Frente al Infante, de pie, se encuentran diversos cortesanos, y entre ellos, en primer plano, el canario don Estanislao de Lugo–Viña y Molina, identificado por Manuela Mena Marqués, jefa de conservación de la pintura del siglo XVIII y de Goya en el Museo del Prado.



Don Estanislao forma parte de la pléyade de ilustrados canarios que sobresalieron en Madrid en el siglo XVIII y principios del XIX –los Iriarte, Bethencourt y Molina, Clavijo y Fajardo, Porlier, Viera y Clavijo, etc.–. Nació en La Orotava el 20 de junio de 1753, en la casa solariega de su familia de la calle de La Carrera y con 17 años fue a cursar estudios en la Universidad de Valladolid, donde estuvo siete años y medio, pasando luego a residir en la Villa y Corte. Fue hombre culto, buen latinista, conocedor de las literaturas clásicas y muy impuesto en las literaturas españolas y francesas.

Con este bagaje, en 1785, y con solo 32 años, fue elegido por el rey Carlos III como ayo, o preceptor, de su sobrino don Luis María de Borbón y Vallabriga (1777–1823) –que sería XIV conde de Chinchón y cardenal arzobispo de Toledo–, y más tarde obtuvo plaza de oficial en la primera secretaría de Estado y del despacho universal de Gracia y Justicia. El 23 de febrero de 1793 es nombrado por el rey Carlos IV director de los Reales Estudios de San Isidro de Madrid, cargo de gran responsabilidad al que el rey daba honores de ministro del Supremo Consejo de Indias. En este mismo año ingresó como caballero en la Real Orden de Carlos III, tras ser admitidas sus pruebas de nobleza.

Don Estanislao, desde su llegada a Madrid, frecuentó los más elevados círculos intelectuales y sociales. Entre estas tertulias destacaba la de los condes de Montijo, y al fallecer en 1790 el marido de la condesa –don Felipe de Palafox y Croy D`Havré– don Estanislao contrajo matrimonio secreto con autorización del rey, en 1795, en la parroquia madrileña de los santos Justo y Pastor, con su viuda, doña María Francisca de Portocarrero y López de Zúñiga, una de las más cultas damas de la Ilustración y que también ostentaba los títulos de duquesa de Peñaranda de Duero, condesa de Miranda del Castañar, condesa de Teba y otros muchos, varias veces Grande de España.

Pero la libertad de ideas y la inclinación de algunos miembros de la tertulia por la doctrina jansenista comprometieron grandemente a la condesa y a don Estanislao, que fue cesado por Godoy en 1806 en la dirección de los Reales Estudios y demás cargos que ostentaba. El matrimonio fue obligado a vivir fuera de Madrid y en sus propiedades de Logroño murió la condesa de Montijo en 1808.

Después del motín de Aranjuez, con la caída de Godoy, don Estanislao es repuesto en todos sus cargos y el rey José I lo distinguió nombrándolo en 1809 consejero de Estado y comendador de la Real Orden de España –popularmente conocida como La Berenjena–. Después de acompañar al rey intruso a Valencia, en la primavera de 1813, regresó a Madrid, al igual que don Bernardo de Iriarte, Moratín, Goya… y tantos otros intelectuales colaboradores del invasor.

Al retorno de Fernando VII se vio obligado a emigrar a Francia, fijando su residencia en Burdeos, junto con otros exiliados, donde vivió las dos últimas décadas de su vida, falleciendo a los 80 años de edad, en 1833. Está enterrado en el cementerio de la cartuja, en una tumba de poco más de tres metros que se encuentra en la actualidad en el mayor de los abandonos. Ningún miembro de su familia ni amigo alguno le acompañó en sus últimos momentos.

Fuentes consultadas:
- Ficha de "La familia del infante don Luis de Borbón", catálogo digital InfoGoya de la Universidad de Zaragoza.
- "Canarios en la exposición de Goya en Londres". Alfonso Soriano y Benítez de Lugo. La prensa del domingo., revista semanal de El Día. 6/12/2015.

jueves, 27 de agosto de 2015

El gallo azul

Me he basado en una moraleja similar a la de "El patito feo" para crear el siguiente cuento infantil, escrito en agosto de 2014. Mi intención sobre este relato es crear una fábula a modo de mitología para dar a conocer el origen un bonito pez que habita en las aguas canarias, llamado "gallo azul".

Gallo azul. Foto: Germán Gil A.

Érase una vez un gallo azul. Sus ojos, su pico, su cresta, sus patas y todo su plumaje eran de color añil., y por esta razón, todas las aves del corral se reían de él.

El dueño del gallinero lo tenía como una rareza para mostrárselo a todo el mundo. Si no fuese por su color, posiblemente hubiese terminado sus días en una olla de caldo, porque el pobre gallo, siempre triste, no subía a lo alto del gallinero, ni cantaba, ni hacía otra cosa que no fuera ver pasar el tiempo.

 Un día, el gallo tuvo un sueño. Había visto un lugar inmenso, todo de color azul, un horizonte donde se unían cielo y agua, con crestas de color blanco que se acercaban hasta la orilla.

No teniendo nada que perder, el gallo escapó del corral y se dirigió en busca de su sueño. Caminó y caminó hasta que al fin encontró el lugar que había imaginado: el mar.

 Metió sus patas en el agua, y de repente, sintió como su cuerpo se transformaba: sus ojos, su pico, su cresta, sus patas y todo su plumaje. Quedó convertido en un extraño animal acuático, quedando del gallo sólo su color azul.

 A pesar del susto, se sentía muy bien, y un impulso le hizo sumergirse en el agua y nadar, y nadar, queriendo llegar hasta el horizonte.

En su ruta, conoció a una señorita pez que se enamoró locamente de este nuevo caballero azul del mar. Se casaron, tuvieron muchos pececitos, fueron muy felices y comieron lombrices.

miércoles, 26 de agosto de 2015

El niño y la sirenita

A continuación, un pequeño cuento que escribí el 26 de julio de 2014. A pesar de su contenido infantil, mi intención es la de transmitir un mensaje a los adultos:

El niño jugaba tranquilamente cerca de la orilla, a la sombra de un gigantesco risco. Estaba muy entretenido, intentando una y otra vez mantener erguida la torre de su castillito de arena.

 A varios metros de él estaba su madre, tumbada sobre una toalla, disfrutando de los rayos del sol. De vez en cuando ella se levantaba, se quitaba las oscuras gafas de la cara y alzaba la cabeza para asegurarse de que su hijo no anduviera lejos.

En una de estas veces, lo vio remojando sus pies, mirando al mar durante varios minutos. Ella se dirigió hacia él y le aconsejó que no se acercara mucho al agua, que siguiera jugando en la arena.

El niño, pensativo, le preguntó:
- Mamá ¿cómo se llaman las niñas que tienen cuerpo de persona y cola de pez?

- Sirenitas, hijo - le dijo sonriente -. Pero sólo aparecen en los cuentos. Las sirenas no existen - recalcó mientras se giraba de regreso a su baño de sol.

El niño siguió jugando en la arena, y cuando comprobó que su madre volvía a tumbarse, se acercó de nuevo a la orilla.

 - ¿Lo ves? Ya te dije que los mayores no te creerían - le dijo la sirenita emergiendo del agua para luego volver a desaparecer.

lunes, 3 de agosto de 2015

El burro flautista

"El burro flautista" es una famosa fábula de Tomás de Iriarte (Puerto de la Cruz, 1750 - Madrid, 1791).



Esta fabulilla,
 salga bien o mal,
 me ha ocurrido ahora
 por casualidad.

 Cerca de unos prados
 que hay en mi lugar,
 pasaba un borrico
 por casualidad.

 Una flauta en ellos
 halló, que un zagal
 se dejó olvidada
 por casualidad.

 Acercóse a olerla
 el dicho animal,
 y dio un resoplido
 por casualidad.

 En la flauta el aire
 se hubo de colar,
 y sonó la flauta
 por casualidad.

"¡Oh!", dijo el borrico,
"¡qué bien sé tocar!
 ¡y dirán que es mala
 la música asnal!".

MORALEJA:
Sin reglas del arte,
 borriquitos hay
 que una vez aciertan
 por casualidad.

sábado, 1 de agosto de 2015

Julio Verne y las Islas Canarias

Al parecer, Julio Verne escribió los primeros veinte capítulos de una de sus novelas póstumas, habiendo terminado los diez siguientes su hijo, quien le dio el título de “Agencia Thompson y cía” en lugar de “Un viaje económico”, como había previsto el genial novelista. No destaca el conjunto de la novela por ser excepcional en su trama o por las anticipaciones tecnológicas descritas en sus otras obras más conocidas. Lo curioso e importante de la novela radica fundamentalmente en las descripciones de los paisajes y ciudades de las islas que visitan los viajeros a bordo de un vapor ruinoso. Precisamente, el capítulo vigésimo concluye con la partida del vapor “Seamew” rumbo al sur. A partir de ahí, la historia fue supuestamente continuada por Michel Verne.
 Cuenta la novela las andanzas de los pasajeros de un supuesto crucero de lujo (a precio de saldo) por las islas de los archipiélagos de Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde. Visto con la perspectiva actual, podría ser una premonición de las agencias de viajes, del turismo de masas, de los cruceros y los viajes a destinos exóticos con “todo incluido”. [1]

Así, con esta alusión al actual Puerto de la Cruz, comienza uno de los capítulos de esta novela publicada en 1907, que reviste especial curiosidad para los habitantes de estas Islas, que aparecen reflejadas con todo detalle.

“El 11 de junio, a las diez de la mañana, abandonó el Seamew el puerto de La Orotava. El programa fijaba aquella partida para el 7, a las seis; pero teniendo ya un retraso de cuatro días, no vio Thompson inconveniente en aumentarlo en cuatro horas…”.

La historia de esta poco conocida Agencia Thompson y Cía es muy confusa pues se publicó dos años después de la muerte de Verne y se especuló que fue su hijo Michel quien la terminó. Lo cierto es que Julio Verne nunca estuvo en Canarias, al contrario de otros célebres escritores que ambientaron algún relato en el Archipiélago, como la inglesa Agatha Christie. Al parecer, el ilustre autor utilizó como base para su novela la obra "Cinco años de estancia en las Islas Canarias", del antropólogo francés Verneau.

En la época de Julio Verne había una gran afición por los viajes y para los centroeuropeos las referencias históricas, geográficas y hasta mitológicas de las Canarias eran un indudable atractivo exótico.

El argumento de la Agencia Thompson y Cía es que dos compañías londinenses de viajes, las agencias Thompson y Baker, se enzarzan en una disputa para organizar una “grandiosa excursión” por islas Azores, Madeira y Canarias al mejor precio posible. En sus 150 páginas Verne habla continuamente de Canarias, aunque se olvida de La Palma. No presenta una imagen precisamente agradable de las Islas, sino como un lugar salvaje y peligroso, con fumarolas de azufre y gas carbónico que salen del suelo. Asegura que Canarias formó parte de la Atlántida. Dice que el calor es insoportable, y los mosquitos también. Los agricultores son tan pobres que viven en cuevas. Colonias de esclavos negros viven en zonas inaccesibles y atacan a los turistas… Menciona hasta el gofio. [2]

 También menciona cómo se llegó desde La Laguna hasta el Valle de La Orotava: "Al trote tranquilo de los cinco caballejos que lo remolcaban fatigosamente, el coche empleó cuatro horas largas para franquear los treinta kilómetros que separan ambas poblaciones", y añade que "se atravesó Tacoronte donde se halla un museo que encierra una curiosa colección de momias guanches, armas, instrumentos de aquel pueblo muerto...". Julio Verne hace aquí referencia al museo Casilda, del que nos dan testimonio otros viajeros, también franceses. [3]

Se recrea Verne describiendo el valle de la Orotava y el Teide, a donde ascienden con grandes esfuerzos para contemplar el archipiélago desde su cima. No sólo describe Verne paisajes y personas sino parece disponer de información de primera mano sobre la historia económica de las islas e, incluso, sobre el gofio (al que cita tal cual):

“Dedicados exclusivamente en otro tiempo al cultivo de la caña de azúcar, el aprovechamiento del azúcar de remolacha vino a privarles del fruto de sus afanes. Valerosamente cubrieron su país de viñedo; la filoxera, plaga contra la cual no han encontrado remedio los sabios, les asaltó sin tardanza. Arruinados en sus tres cuartas partes, remplazaron entonces la planta querida a Baco por plantaciones de chumberas de cochinilla, y en poco tiempo se convirtieron en proveedores del precioso insecto tintóreo. Pero la ciencia, que hizo se despreciaran sus cañas de azúcar, la ciencia, que no supo defenderse del microscópico enemigo de la vid, vino a atacarles enseguida en sus nuevas tentativas, creando los colores químicos, derivados de la anilina y amenaza con un último y próximo desastre a los infortunados cultivadores de cochinilla.

Las numerosas transformaciones que han sufrido sus cultivos muestran, en todo caso, el espíritu de iniciativa de los habitantes. Es seguro que nada podría resistir a su paciente trabajo, si no tuvieran que luchar contra la sequía.” […]

“Era una suerte que la caminata hubiera aguzado el apetito de los excursionistas, haciendo así que hallasen algunos encantos en lo que constituyó el plato fuerte y principal, el gofio, especie de mezcla de harina de maíz o de trigo muy torrefactada y diluida en leche…” [1]

FUENTES:
[1] "Julio Verne y Canarias" | Antonio Cabrera Cruz | canariascultura.com | 7/08/2013
[2] "Las aventuras de Julio Verne en las 'salvajes' Islas Canarias | Agustín M. González | Diario de Avisos | 2/03/2012
[3] "Julio Verne y otros viajeros del siglo XIX" | Gilberto Alemán | La Opinión de Tenerife | 26/08/2001